Todos hemos imaginado un mundo sin guerras, sin pobreza, sin delincuencia, sin contaminación y sin todas las otras interminables causas de sufrimiento.
Pero lo que no imaginamos es que puedan tener una causa común, que un cambio en la raíz de estos problemas pueda acabar con todas estas desastrosas consecuencias que afectan tan negativamente a nuestras vidas y las de todo ser vivo.
Este problema de fondo del cual debemos tomar consciencia no es otro que la manera de organizar nuestras vidas en sociedad.
Solo hace falta repasar nuestra historia reciente para ir encontrando variantes de este mismo nefasto modelo de organización, la jerarquía.
Una organización jerárquica implica un orden y una estratificación en cuanto a niveles de poder para decidir sobre la organización de ese grupo.
Este sistema concentra el poder en manos de unos pocos, que deciden y planifican tanto pasado, presente como futuro de las vidas que quedan en los niveles inferiores que gradualmente incluyen más individuos, construyendo una figura en forma de pirámide, que sería la representación gráfica que caracteriza este modelo jerárquico.
Cualquier intento de funcionar siguiendo este pensamiento nunca ha satisfecho las expectativas de todos los integrantes de la pirámide. Esto lleva a la aparición del concepto de democracia, una visión de organización donde todos los individuos tienen el poder de dar voz y participar en la planificación y decisión. Donde no son solo unos pocos, privilegiados en la punta de la pirámide, quienes tienen todo el poder y lo quieran mantener, incrementando progresivamente ellos mismos la desigualdad de estos poderes, traduciéndose actualmente en un sistema donde una pequeña parte de la población cada vez tiene más, y la otra gran mayoría, que también va creciendo en número, cada vez tiene menos.
Así se promueve una visión egoísta, otra de las consecuencias de esta forma interesada de organizar la sociedad. La globalización está colaborando a generalizar este enfoque de la vida, el capitalismo.
Con su visión de libre mercado, basada en valores como el individualismo, la competencia o la acumulación infinita de bienes y riqueza con un crecimiento sin límites, dónde más es mejor y cuanto antes también, con una producción cada vez más grande para un mayor consumo, que también comporta una explotación de recursos infinitos, y que se sobrepone incluso a las consecuencias humanas y ambientales en favor del capital y sus productos.
Nos debería hacer pensar que aún siga funcionando un sistema tan contradictorio de organizar nuestras vidas, donde las personas y la vida están por debajo de las cosas y el dinero. Y donde nos rodeamos y queramos más a estas cosas que a las personas, que más bien acaban siendo utilizadas.
Los que han ido reflexionando sobre esto se ha traducido en un incesante corriente de movimientos sociales y populares, formados desde la base de la pirámide, que han luchado y seguirán luchando para cambiar todas las injusticias que surgen de este sistema de organización.
Un sistema que se estructura en las diferencias y las clasificaciones, en la desconexión de todo, en negar la diversidad.
Al separar todo el resto de ti (ego), con valores como el individualismo. O diferenciar entre un grupo interno (nosotros) y uno externo (ellos), se han construido comparaciones que han llevado a categorizaciones, prejuicios y discriminaciones de colectivos enteros de personas que son excluidos, etiquetados u oprimidos. Estos principios provocarán a la vez valores y sentimientos de odio, menosprecio, sumisión y otros que también se alejan de un mundo donde sean valores como el amor, la compasión, la empatía o la cooperación los dominantes.
No podemos negar que se hayan producido cambios y mejoras en esta dirección, pero en gran medida no dejan de ser pequeños arreglos o parches que no resuelven el problema del todo, que se sigue manifestando en menor grado o de forma implícita. No ha desaparecido toda forma de esclavitud, y sigue existiendo discriminación por etnia, género, orientación sexual, etc.
Debemos expandir el círculo moral para erradicar estos prejuicios mal aprendidos.
Estos valores morales se van extendiendo por las culturas, aprendiendo que hay cosas que las podemos organizar mejor. Al evolucionar nuestro sentido moral, muchas injusticias y consecuencias poco éticas de nuestra forma de hacer y comportarnos, que recordemos que en parte está influida por la genética (que los poderosos justifican para su supervivencia del más fuerte (o también llamada cultura del honor), con un egoísmo por proteger únicamente sus genes y valorar a todo lo que se va alejando como enemigos, fuera de nuestro círculo moral, que podemos decidir cambiar o ajustar a estos principios y valores que cada uno va construyendo en su visión de la vida. Una visión que no tienen los animales por ejemplo, y por eso aún utilizan la violencia y las estructuras jerárquicas para funcionar, no como nosotros que tenemos la capacidad para decidir, gracias también a la propia evolución, que tiene muy claro que si todo está conectado, y todo sirve para algo, la eficiencia y funcionamiento es mejor en aspectos globales.
Cada vez más personas están de acuerdo en que hacer la guerra, matar o cualquier intento de resolver un conflicto mediante la violencia o la competencia de las partes involucradas no es la correcta. Estas personas, que les une esta misma causa, empieza a estar mejor preparada y saber confluir. Es lógico que los que no forman parte de la parte beneficiada de este planteamiento, se tengan que unir para cambiar el sistema que se rige por un: “divide, y vencerás”.
¿Qué podemos hacer entonces?
Seguir con el despertar de esta consciencia más humana y moral, que inevitablemente tendrá que transformar lo establecido si no quiere llegar a la propia extinción.
Una evolución que podemos acelerar si actuamos en consecuencia, sumando cada acción para organizar una red, donde entre todos vamos construyendo lo global, integrando y respetando todas las partes. Con alternativas que ya existen para planear una economía, mucho más interesada en lo común, con una política también hecha en común, con una democracia real y directa.
No cabe decir que transformando la política y la economía, los otros ámbitos que ahora se someten a estos dos, formando estos tentáculos o brazos y manos invisibles que influyen en todos los aspectos de nuestras vidas, también se beneficiarían de unas soluciones sistémicas.
Y tenemos que ser nosotros mismos quienes organicen esta transición.
Las propuestas no van a venir de quien ya tiene el poder, por muchos filántropos que lo intenten, ni de los descubrimientos y avance de las ciencias y las tecnologías subvencionados y dirigidos por la misma fuente de siempre. Tampoco compensando la desigualdad con ayudas puntuales, beneficencia y limosnas.
Los cambios tienen que ser profundos, no podemos pretender arreglar el problema pensando de la misma manera que al crearlos, hay que pensar críticamente, no basta simplemente moderar la velocidad de este interminable “progreso” económico, a lo mejor hay que cambiar de rumbo, desobedeciendo si hace falta algunas de las normas y leyes injustas establecidas por el aparato que lógicamente se blinda y auto protege.
Recordad que nosotros somos la mayoría. La máquina la hacemos funcionar también con nuestros actos. Nosotros somos el sistema. Sin nuestro consumo ni nuestro aporte laboral en el proceso productivo, la cadena se detiene, y el mercado colapsa, como ya hemos visto con sus crisis, que siguen pidiendo más recursos, más producción y más consumo para sobrevivir.
Los nuevos modelos, que pueden ser muy diversos entre si, depende de como se vayan agrupando las comunidades que ya no se verán limitadas ni por absurdas fronteras, ni banderas, ni nacionalidad, ni clase social, ni sometidos al poderoso y pactado símbolo de la moneda, demostrarán por fin que todos somos humanos, y que la cooperación colectiva entre pueblos funciona mejor que el egoísmo por el afán de poder demostrado por los estados nación y las corporaciones con intereses propios.
La descentralización del poder permite organizarse mucho mejor a nivel local, con proyectos de autogestión y autosuficientes, con iniciativas más sostenibles y preocupadas por lo humano y lo natural. En muchos casos buscando una harmonía con estos ecosistemas, de los que también tendríamos que tomar ejemplo de su organización y eficiencia, como apuntan la permacultura, la biomimesis o el bioregionalismo.
Los movimientos ecologistas se suman a las voces de las comunidades indígenas que siguen defendiendo la tierra y sus recursos ante la imparable extracción y proliferación provocados por la irracional visión de crecimiento ilimitado, que está poniendo en peligro la supervivencia del planeta entero.
Este movimiento global puede hacernos pensar en la necesidad de estos cambios. Que solo llegarán si nos seguimos poniendo en contacto y organizándonos entre iguales, con acciones directas que transformen el entramado político y económico que ha fallado, sigue fallando a tantas vidas en el pasado, el presente y el futuro de nuestras generaciones.
Esta organización pasa por dejar de seguir alimentando la espiral. Y esto se consigue eligiendo las alternativas que no colaboran a seguir haciendo funcionar el modelo dominante actual.
Para empezar, debemos ser más críticos con toda la información que nos llega. Es lógico que los medios de comunicación difundan y emitan lo que les interesa, (intereses económicos que dependen de los poderosos de siempre) comunicando solo determinadas noticias, o contándolas parcialmente, o incluso manipulando y inventando parte de esta información. Así que debemos filtrar esta información y seleccionar la que racional y objetivamente sea más creíble, aprendiendo también donde conseguir esta información imparcial e independiente, alternativa a la forma de pensar establecida.
Aprovechemos el verdadero potencial de Internet y sus redes sociales virtuales.
Compartir y construir un conocimiento común sin medias verdades ni secretos, haciendo este conocimiento accesible para todos, y no solo disponible a ciertas élites que puedan ocultar y manipular a interés, influenciando en la visión de la realidad de las masas a las que se dirigen.
Este modo de formar nuestra visión del universo, solamente consumiendo la información de los medios, y en general siendo pasivo y apático en cuanto al tema de la organización política y económica, nos mantiene desviados con el negocio-espectáculo de las diversas industrias del entretenimiento desde deportes como el futbol hasta artes como el cine y la música, nos mantiene en esta desconexión de la población. Y una sociedad que elija no hacer nada, se convierte en parte del problema. No puedes esperar ver un cambio si no haces algo diferente.
En el fondo cada vez que gastamos dinero, estamos lanzando un voto a favor del modelo de mundo que queremos.
Por eso tenemos que participar más. Implicarnos en la organización de nuestra vida en sociedad. Activemos el poder que tenemos.
¿Quien lo va a hacer si no somos nosotros mismos?
Por eso hay que dar a conocer todos los movimientos posibles para que la gente pueda debatir, opinar y participar.
El conocimiento es nuestro poder,
Difunde la palabra
Ejemplos de propuestas económicas alternativas: las cooperativas, monedas alternativas y economías locales como BALLE, modelos alternativos como Transition Movement, the sharing economy, the caring economy, the solidarity economy, the restorative economy, the sustaining economy, the resilient economy, participatory economics…
-Otras propuestas políticas y activistas: 350.org, The Next System Project, Xnet, DemocracyOS, ATTAC, Anonymous, Earth Guardians, World Forum for Alternatives, Collective Evolution, Alternative News Project, NuMundo, Kosmos Journal , Naomi Klein, Charles Eisenstein, Noam Chomsky, The Venus Project, World Public Opinion…